sábado, 25 de mayo de 2013

Capitulo 16


-Gracias –sonrió Paula, a Zaira, su mejor amiga mientras agarraba a Sofia en brazos- ¿cómo la pasaste, tesoro? –le preguntó a la pequeña.

-¡Bieeen! –gritó Sofi, contenta- papá me regaló una muñeca.

-¿Si? Que bien… -contestó, pero sonrió con tristeza.

La nena se removió en sus brazos, hasta que consiguió que Paula la soltara, salió corriendo con su bolsa de viaje, donde llevaba a Mónica, su nueva muñeca que tenía el pelo de lana color rojo. Pedro se la había regalado en el fin de semana que había pasado con ella.

-Creo… que deberías hablar con él… -le dijo su amiga.

-Ya hablamos de eso, Zaira. Y no, no quiero hablar con él. Es mejor así.

-Paula…

-No quiero…

-Te estás comportando como una nena, si le vas a pedir el divorcio, al menos tenes que  hablar con él cara a cara, tarde o temprano vas a tener que enfrentarte a él.

-¡Mejor tarde que temprano! –exclamó, sin querer darle la razón a su amiga.

Realmente le debía mucho a Zaira, era la que se encargaba de recoger a Sofia, en casa de Pedro. Gracias a ella no había tenido que verlo desde hacía dos meses. 

Zaira se había encargado de comunicarse con él, y decirle las decisiones de Paula, a pesar de que estaba casada y tenía una casa de la cual encargarse, nunca le fallaba.

Dos meses…

Parecía mucho más tiempo. Si era sincera, los días habían pasado largos y pesados, y los fines de semanas eran eternos. Ya que Sofia los pasaba con su papá. Y ella estaba sola.

-Sabes que no tenes razón…

-Estoy cansada, Zai, no quiero verlo… me duele el corazón.

-Él también está mal…

-Pero vamos a ver, ¿de quién sos amiga? ¿De parte de quien estás?

-Paula, esa es una pregunta estúpida, de tu parte y lo sabes. Siempre te voy a apoyar, pero eso no quita que te diga la verdad. Allá vos lo que quieras pensar. Sólo te digo lo que veo, Pedro es una sombra de lo que era…

-Yo también sufro…

-Soy testigo de eso. Cada día estás más delgada, más pálida y te cuidas menos… no tenes muy buen aspecto que digamos.

-Vaya… si sos un poco más sincera te llamamos crueldad.

-Ya me conoces.

Paula suspiró.

- Si, ya te conozco, pero de todas formas, ya voy a hablar con él, sé que cuando le llegue lo que le mandé, voy   a tener noticias suyas…

-¿Qué hiciste?

-Algo que debi haber hecho hace tiempo… es hora de que cada uno viva su vida… aunque me duela.

El dolor de mi vientre era intenso, la alegría que había tenido minutos atrás se había esfumado. Miré a Ángel con los ojos borrosos, de pronto no veía con claridad.
Yo era feliz… Pedro debería haber vuelto, y yo tenía que haberle dicho que estaba embarazada, ¡que íbamos a ser papas! Sin embargo… eso jamás sucedió. No volvió.
Y yo solo podía ver la boca de Ángel moviéndose sin parar. Mis piernas flojas no me sostenían, y cedí bajo mi peso.
Había muerto. Se había ido para siempre.
Palabras que repetía mi mente, y que yo no creía. ¿Cómo que se había ido? Él me había dicho que estaríamos juntos para siempre. Y no podía irse sin más. No… No era posible.
¿Qué iba a hacer yo ahora sola, sin él, con un bebé en camino?

Pedro tiró sobre la mesa los papeles que había sostenido en su mano hasta hacía escasos segundos. Era, la otra versión de la novela de Paula. Como ella había dicho, existía la otra versión, la que pensaba publicar antes de que su editora le recomendara que cambiara el final. Como de costumbre, ella no había mentido. Pero él, no le había creído. Y por si le quedaba alguna duda; se la había enviado.
Junto a los papeles del divorcio…

¡Los papeles del divorcio! Maldita fuera… No pensaba firmar aquello. No quería separarse de ella para siempre. Ya había estado bastante tiempo lejos de ella, primero tres años… y ahora dos meses. Dios.

Dos meses eternos. Más que aquellos eternos tres años, en los que ni su nombre sabía. Dos meses, en los que ni siquiera la había visto de lejos. Zaira era la intermediaria de ella, le comunicaba las decisiones de Paula como, el que podía pasar con Sofia todos los fines de semana… o que podía ir a buscarla al colegio todos los días, y tenerla dos horas, antes de que Zaira fuera a recogerla…

Una vida ajetreada para la pequeña, y vacía para los grandes.

Vacía era una pequeña palabra en comparación de cómo se sentía. Quería verla, sentirla, abrazarla, besarla, todos los días, algo que no hacía y deseaba hacer con toda su alma.

Ella se había empeñado en mantenerse alejada, y él la había respetado… pero, ¿el divorcio?

No pensaba concedérselo, simplemente porque no quería. El firmar aquello, sería perderla para siempre, algo que no quería para nada. ¿Perderla?

Era mejor no vivir…

Sería más sencillo no tener vida, que vivir sin tenerla a ella. Respiró profundamente, y volvió a tomar el sobre en el que le había llegado todo; lo rompió. Agarro los papeles del divorcio y doblándolos se los metió en el bolsillo. Se tocó el bolsillo para estar seguro de que tenía las llaves, y salió para montarse en su coche.

No pensaba concederle el divorcio. No sin luchar.

El timbre de la puerta sonó, y Paula dejó el trapo con el que se secó las manos sobre la encimera de la cocina, se quitó el delantal echándole un último vistazo a las galletas que acababa de hacer.

Salió por el pasillo y le sonrió a su hija cuando se asomó a mirarla, la pequeña veía una película de princesas en la televisión, y no había nada más para ella en su mundo.

El timbre volvió a sonar.

-Ya voy, ya voy –gritó ella. Al llegar a la puerta miró por la mirilla y el corazón le palpitó con fuerza. Abrió la puerta después de respirar muy profundamente- Hola…

-¿Hola? ¿Hola? –la voz de Pedro sonaba entrecortada. ¿Hola era lo único que pensaba decirle después de haberle mandado aquello- ¿es lo único que vas a decir?

-Yo…

-¡Papi, papi! –a voz de Sofia sonó fuerte y alegre, y sus pasos la seguían por el pasillo. 
Por lo visto si había algo que la podía distraer de ver la cenicienta.

Pedro se forzó a dejar de mirar a Paula, y en cuanto posó los ojos sobre su pequeña sonrió, siempre lo hacía sonreír.

-Hola, princesa.

-¿Venis a verme? –preguntó la nena.

-Si, preciosa, y también a hablar con mamá.

La nena sonrió y tras darle un beso a su padre, le dijo la palabra suelo, que la soltara, y así poder volver al sofá donde terminar de ver la película que había pausado.

-Para ser tan chiquita, sabe muy bien manejar el dvd… -comentó Pedro.

-Es… es mejor enseñarle a donde le tiene que dar, a que te llame unas cuantas millones de veces para volver a ponerla…

Pedro sonrió pensativo, mientras veía la cara embobada de su hija. Después se giró hacía Paula.

-Creo que tenemos que hablar…

-Yo…

-Mira Paula, no busques una escusa porque no la voy a aceptar, vamos a hablar quieras o no. Ya te di demasiado tiempo.

-Pero…

-Estoy cansado de esperar. Te di todo el tiempo que quisiste, no me meti en tu vida, a pesar de que deseaba venir a pedirte disculpas, sé que me comporte como un cerdo, pero por favor, por favor, Paula, perdoname.

-Pedro…

-También sé que no me lo merezco, te humillé, te traté mal, desconfié de vos, pero te amo.

Paula se sujetó a él, pues el mareo le sobrevino, no veía con claridad y todo comenzaba a oscurecerse.

-¿Te sentis bien? –preguntó él, deteniendo su discurso- Paula… -la llamó al verla balancearse.

En seguida la sujetó por la cintura, y en escasos segundos, ella se desmayó en sus brazos. Alarmado, Pedro se movió inquieto por la casa de Paula. Sofia, abrió mucho los ojos, al ver pasar a su papa con su mama en brazos.

-¿Tiene sueño? –preguntó la nena.

-¿Sabes llamar a la tía Zai? –preguntó su padre.

-Si, ¿la llamo?

-Por favor… -le rogó como si hablara con alguien de su edad. La pequeña contenta agarro el teléfono y marcó el número seleccionado para su tía Zaira como le había enseñado su mama, por si alguna vez pasaba algo.

En seguida Zaira contestó, y la pequeña se puso a contarle que su mamá se había dormido, y que su papá la llevaba a la cama, pero la morocha notaba algo extraño en aquello… ¿dormido?

-¿Me puedes pasar con tu papá, cachorra?

-Miro la cenicienta…

-Sofi…

-¡Papi, tía Zai te llama!

-Zaira, ¿podes venir, por favor? Paula se desmayo… la voy a llevar al hospital, ¿podes quedarte con Sofi? –las palabras salieron nerviosas y rápidamente de sus labios, sin esperar a escuchar la voz de Zaira antes.

-Claro, pero…

-Mejor me llevo a Sofia al hospital, y vas por ella, ¿te parece bien? No quiero esperar.

-De acuerdo… decime a que hospital…

La espera era eterna… Paula se había despertado en el coche camino al hospital desorientada, y Sofia se había encargado de cuidarla diciendo que estaba enferma, una vez  que se enteró hacía donde iban se puso histérica y reclamó el querer volver a su departamento. Pedro la ignoró. Y ahora estaban revisando a Paula.

Pocos minutos atrás, Zaira había llegado y se había llevado a Sofia a dar un paseo.

-¿Se sabe algo ya? –la voz de Zaira lo sobresaltó. Se giró y vio a la nena dormida en sus brazos, en seguida se encargó de agarrarla.

-Nada…

-No te preocupes, no pesa.

-Bueno, algo si que pesa, así me entretengo mirándola.

Zaira sonrió.

-Es preciosa…

-Como su mama –contestó él con añoranza.

-¿Familiares de la señora Alfonso?

-Soy su marido –contestó Pedro sin dudar- ¿cómo está?

Una sonrisa resplandeciente se alojó en la cara del doctor.

-Los dos están perfectamente, sólo fue un tonto desmayo a causa del embarazo…

-¿Del… embara… zo? –Pedro estaba incrédulo. Sofia se despertó.

-¿Entonces no estaban todavia al tanto? –el negó con la cabeza- Mis felicitaciones, señor Alfonso.

-¿Qué pasa? –preguntó la nena- ¿y mami?

Pedro la miró, luego una media sonrisa se dibujó en su cara.

-Vas a tener un hermanito, Sofi…



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Aaaaaaay!♥
 ANTE ULTIMO CAPITULO!
Espero que les guste!
Gracias por sus comentarios!!!! :)
Hasta mañana! :)


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