-Gracias
–sonrió Paula, a Zaira, su mejor amiga mientras agarraba a Sofia en brazos-
¿cómo la pasaste, tesoro? –le preguntó a la pequeña.
-¡Bieeen!
–gritó Sofi, contenta- papá me regaló una muñeca.
-¿Si?
Que bien… -contestó, pero sonrió con tristeza.
La
nena se removió en sus brazos, hasta que consiguió que Paula la soltara, salió
corriendo con su bolsa de viaje, donde llevaba a Mónica, su nueva muñeca que
tenía el pelo de lana color rojo. Pedro se la había regalado en el fin de
semana que había pasado con ella.
-Creo…
que deberías hablar con él… -le dijo su amiga.
-Ya
hablamos de eso, Zaira. Y no, no quiero hablar con él. Es mejor así.
-Paula…
-No
quiero…
-Te
estás comportando como una nena, si le vas a pedir el divorcio, al menos tenes
que hablar con él cara a cara, tarde o
temprano vas a tener que enfrentarte a él.
Realmente
le debía mucho a Zaira, era la que se encargaba de recoger a Sofia, en casa de Pedro.
Gracias a ella no había tenido que verlo desde hacía dos meses.
Zaira se había
encargado de comunicarse con él, y decirle las decisiones de Paula, a pesar de
que estaba casada y tenía una casa de la cual encargarse, nunca le fallaba.
Dos
meses…
Parecía
mucho más tiempo. Si era sincera, los días habían pasado largos y pesados, y
los fines de semanas eran eternos. Ya que Sofia los pasaba con su papá. Y ella
estaba sola.
-Sabes
que no tenes razón…
-Él
también está mal…
-Paula,
esa es una pregunta estúpida, de tu parte y lo sabes. Siempre te voy a apoyar,
pero eso no quita que te diga la verdad. Allá vos lo que quieras pensar. Sólo
te digo lo que veo, Pedro es una sombra de lo que era…
-Yo
también sufro…
-Soy
testigo de eso. Cada día estás más delgada, más pálida y te cuidas menos… no tenes
muy buen aspecto que digamos.
-Vaya…
si sos un poco más sincera te llamamos crueldad.
-Ya
me conoces.
Paula
suspiró.
- Si,
ya te conozco, pero de todas formas, ya voy a hablar con él, sé que cuando le
llegue lo que le mandé, voy a tener
noticias suyas…
-¿Qué
hiciste?
-Algo
que debi haber hecho hace tiempo… es hora de que cada uno viva su vida… aunque
me duela.
El dolor de mi vientre era intenso, la alegría que había tenido minutos
atrás se había esfumado. Miré a Ángel con los ojos borrosos, de pronto no veía
con claridad.
Yo
era feliz… Pedro debería haber vuelto, y yo tenía que haberle dicho que estaba
embarazada, ¡que íbamos a ser papas! Sin embargo… eso jamás sucedió. No volvió.
Y
yo solo podía ver la boca de Ángel moviéndose sin parar. Mis piernas flojas no
me sostenían, y cedí bajo mi peso.
Había
muerto. Se había ido para siempre.
Palabras
que repetía mi mente, y que yo no creía. ¿Cómo que se había ido? Él me había
dicho que estaríamos juntos para siempre. Y no podía irse sin más. No… No era
posible.
¿Qué
iba a hacer yo ahora sola, sin él, con un bebé en camino?
Pedro
tiró sobre la mesa los papeles que había sostenido en su mano hasta hacía
escasos segundos. Era, la otra versión de la novela de Paula. Como ella había
dicho, existía la otra versión, la que pensaba publicar antes de que su editora
le recomendara que cambiara el final. Como de costumbre, ella no había mentido.
Pero él, no le había creído. Y por si le quedaba alguna duda; se la había
enviado.
Junto
a los papeles del divorcio…
¡Los
papeles del divorcio! Maldita fuera… No pensaba firmar aquello. No quería
separarse de ella para siempre. Ya había estado bastante tiempo lejos de ella,
primero tres años… y ahora dos meses. Dios.
Dos
meses eternos. Más que aquellos eternos tres años, en los que ni su nombre
sabía. Dos meses, en los que ni siquiera la había visto de lejos. Zaira era la
intermediaria de ella, le comunicaba las decisiones de Paula como, el que podía
pasar con Sofia todos los fines de semana… o que podía ir a buscarla al colegio
todos los días, y tenerla dos horas, antes de que Zaira fuera a recogerla…
Una
vida ajetreada para la pequeña, y vacía para los grandes.
Vacía
era una pequeña palabra en comparación de cómo se sentía. Quería verla,
sentirla, abrazarla, besarla, todos los días, algo que no hacía y deseaba hacer
con toda su alma.
Ella
se había empeñado en mantenerse alejada, y él la había respetado… pero, ¿el
divorcio?
No
pensaba concedérselo, simplemente porque no quería. El firmar aquello, sería
perderla para siempre, algo que no quería para nada. ¿Perderla?
Era
mejor no vivir…
Sería
más sencillo no tener vida, que vivir sin tenerla a ella. Respiró
profundamente, y volvió a tomar el sobre en el que le había llegado todo; lo
rompió. Agarro los papeles del divorcio y doblándolos se los metió en el
bolsillo. Se tocó el bolsillo para estar seguro de que tenía las llaves, y
salió para montarse en su coche.
El
timbre de la puerta sonó, y Paula dejó el trapo con el que se secó las manos
sobre la encimera de la cocina, se quitó el delantal echándole un último
vistazo a las galletas que acababa de hacer.
Salió
por el pasillo y le sonrió a su hija cuando se asomó a mirarla, la pequeña veía
una película de princesas en la televisión, y no había nada más para ella en su
mundo.
El
timbre volvió a sonar.
-Ya
voy, ya voy –gritó ella. Al llegar a la puerta miró por la mirilla y el corazón
le palpitó con fuerza. Abrió la puerta después de respirar muy profundamente-
Hola…
-¿Hola?
¿Hola? –la voz de Pedro sonaba entrecortada. ¿Hola era lo único que pensaba
decirle después de haberle mandado aquello- ¿es lo único que vas a decir?
-Yo…
-¡Papi,
papi! –a voz de Sofia sonó fuerte y alegre, y sus pasos la seguían por el
pasillo.
Por lo visto si había algo que la podía distraer de ver la cenicienta.
Pedro
se forzó a dejar de mirar a Paula, y en cuanto posó los ojos sobre su pequeña
sonrió, siempre lo hacía sonreír.
-Hola,
princesa.
-¿Venis
a verme? –preguntó la nena.
-Si,
preciosa, y también a hablar con mamá.
La
nena sonrió y tras darle un beso a su padre, le dijo la palabra suelo, que la
soltara, y así poder volver al sofá donde terminar de ver la película que había
pausado.
-Es…
es mejor enseñarle a donde le tiene que dar, a que te llame unas cuantas
millones de veces para volver a ponerla…
Pedro
sonrió pensativo, mientras veía la cara embobada de su hija. Después se giró
hacía Paula.
-Creo
que tenemos que hablar…
-Yo…
-Mira
Paula, no busques una escusa porque no la voy a aceptar, vamos a hablar quieras
o no. Ya te di demasiado tiempo.
-Pero…
-Estoy
cansado de esperar. Te di todo el tiempo que quisiste, no me meti en tu vida, a
pesar de que deseaba venir a pedirte disculpas, sé que me comporte como un
cerdo, pero por favor, por favor, Paula, perdoname.
-Pedro…
-También
sé que no me lo merezco, te humillé, te traté mal, desconfié de vos, pero te
amo.
Paula
se sujetó a él, pues el mareo le sobrevino, no veía con claridad y todo
comenzaba a oscurecerse.
-¿Te
sentis bien? –preguntó él, deteniendo su discurso- Paula… -la llamó al verla
balancearse.
En
seguida la sujetó por la cintura, y en escasos segundos, ella se desmayó en sus
brazos. Alarmado, Pedro se movió inquieto por la casa de Paula. Sofia, abrió
mucho los ojos, al ver pasar a su papa con su mama en brazos.
-¿Tiene
sueño? –preguntó la nena.
-¿Sabes
llamar a la tía Zai? –preguntó su padre.
-Si,
¿la llamo?
-Por
favor… -le rogó como si hablara con alguien de su edad. La pequeña contenta agarro
el teléfono y marcó el número seleccionado para su tía Zaira como le había
enseñado su mama, por si alguna vez pasaba algo.
En
seguida Zaira contestó, y la pequeña se puso a contarle que su mamá se había
dormido, y que su papá la llevaba a la cama, pero la morocha notaba algo
extraño en aquello… ¿dormido?
-¿Me
puedes pasar con tu papá, cachorra?
-Miro
la cenicienta…
-Sofi…
-¡Papi,
tía Zai te llama!
-Zaira,
¿podes venir, por favor? Paula se desmayo… la voy a llevar al hospital, ¿podes
quedarte con Sofi? –las palabras salieron nerviosas y rápidamente de sus
labios, sin esperar a escuchar la voz de Zaira antes.
-Claro,
pero…
-Mejor
me llevo a Sofia al hospital, y vas por ella, ¿te parece bien? No quiero
esperar.
-De
acuerdo… decime a que hospital…
La espera era eterna… Paula se había despertado en el coche camino al hospital desorientada, y Sofia se había encargado de cuidarla diciendo que estaba enferma, una vez que se enteró hacía donde iban se puso histérica y reclamó el querer volver a su departamento. Pedro la ignoró. Y ahora estaban revisando a Paula.
Pocos
minutos atrás, Zaira había llegado y se había llevado a Sofia a dar un paseo.
-¿Se
sabe algo ya? –la voz de Zaira lo sobresaltó. Se giró y vio a la nena dormida
en sus brazos, en seguida se encargó de agarrarla.
-Nada…
-No
te preocupes, no pesa.
-Bueno,
algo si que pesa, así me entretengo mirándola.
Zaira
sonrió.
-Es
preciosa…
-Como
su mama –contestó él con añoranza.
-¿Familiares
de la señora Alfonso?
Una
sonrisa resplandeciente se alojó en la cara del doctor.
-Los
dos están perfectamente, sólo fue un tonto desmayo a causa del embarazo…
-¿Del…
embara… zo? –Pedro estaba incrédulo. Sofia se despertó.
-¿Entonces
no estaban todavia al tanto? –el negó con la cabeza- Mis felicitaciones, señor Alfonso.
-¿Qué
pasa? –preguntó la nena- ¿y mami?
Pedro
la miró, luego una media sonrisa se dibujó en su cara.
-Vas
a tener un hermanito, Sofi…
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Aaaaaaay!♥
ANTE ULTIMO CAPITULO!
Espero que les guste!
Gracias por sus comentarios!!!! :)
Hasta mañana! :)
ay ayyyyy ayyyyyyy
ResponderBorrarpor favorrrrrr pasanos el cap que sigue!!!!!
porfissss!!!!!
Ay ay ayyyyyyy!!!!!!!!!! Quiero leer el ultimooooooooo!
ResponderBorrarAayyy me mueroo d amoor ya kiiero k esten juntoos♥
ResponderBorrarwow increíble,subí más!!!
ResponderBorrarquiero ya el próximo capítulo no quiero esperar
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