lunes, 27 de mayo de 2013

Epilogo

-¡Valentina, Candela, Benicio! Mamá dice que a comer… -la voz de Sofia, llamando a sus hermanos se repitió- Valentina, Candela, Benicio –los llamó de nuevo, y no le hicieron caso- Papá no me hacen caso…

-¡Chicos! –los llamó su padre- ¿no escucharon a su hermana?

-Ella no manda –se quejó Benicio.

-Es mayor… y si te dice que tu mama te llama le tenes que hacer caso.

-Pero…

-No contestes Benicio, ¡hay que ver lo contestón que sos para los poquitos años que tenes! –lo regañó su papa.

-Ya soy un  hombre, tengo cuatro años…

-Bueno, cuando tengas ocho como Sofia, serás mayor…

-Tina y Cande no hacen caso…

-Cande y Valen, son chiquititas, hermoso –dijo `Paula a sus espaldas- y no entienden. Ahora anda con Sofia, para que te ayude a lavarte las manitos, ¿Si?

-Yo solo.

-Bueno… pero que te acompañe.

Dando un salto antes de mirar hacia atrás, Benicio salió corriendo hacía el cuarto de baño con Sofia pisándole los talones.

-Bueno… -dijo Pepe, abrazando a su mujer de la cintura- vamos por las pequeñas ¿no?

Cande y Valen, sus hijas más pequeñas, las gemelas de poco más de un año, estaban tiradas en el jardín, jugando con sus muñecas. O al menos Valentina lo hacía, Candela estaba más entretenida dando vueltas para dejarse caer de cola y aferrarse a las hebras de hierba que tanto le gustaban a Pedro.

-¡Cande, no tires de eso! –la pequeña lo miró con una radiante sonrisa, y tiró con fuerza de un manojo de hierba verde, mientras reía. Paula no pudo contener la risa, mientras Pedro se tiraba hacía la bebe, para agarrarla antes de que arranque mas- Mala, Candela, eso no se hace.

La bebe hizo un puchero, y miró hacía su doble, su hermana Valentina, a la que su mamá había tomado en brazos, y acunaba entre ellos, Vale, la más tranquila de las dos, jugaba a acunar a su muñeca como su mama lo hacía con ella.

-Apa… -balbuceó la niña- ¿mami?

Pedro sonrió, lanzando al aire a su pequeña, y haciéndola reír con fuerza.

-¡Vamos a comer! –le dijo a las dos niñas, mientras agarraba a Valentina también- las dos con papi…

Paula sonrió, y sintió ese nudo de felicidad tan conocido en su estómago. Los deseos de abrazar a su familia eran enormes, y cada día se sentía mucho más dichosa.

La cena fue como siempre, ajetreada y sin parar, Benicio, el más travieso e inquieto, quería levantarse a todas horas, y su nombre fue nombrado más de diez veces… y eran pocas. Una hora después de cenar, cada uno estaba en su camita, las gemelas que compartían cuarto estaban dormidas, Sofia se había acostado sola, y Benicio en la habitación de al lado, sus padres, habían pasado cuarto por cuarto para dar las buenas noches y el beso antes de dormir.

Pedro, miró a su mujer besar a sus hijos, y sin poderlo evitar, sonrió. ¿Quién le iba a decir que cuatro años pasaban tan rápidos? Increíble… pero podía decir que eran los mejores de su vida, y no los cambiaría por nada…

La interceptó en el pasillo, cuando ella cerraba despacio la habitación de sus hijas. Tomándola por la cintura, la pegó a su cuerpo y enterró su cara en la cuerva de su cuello inspirando su dulce olor que tanto lo embriagaba.

-¿Se puede ser más feliz? –preguntó enamorado.

-Vos me hace más feliz –respondió ella- cada día más… mucho más.

Las lágrimas se reflejaron en los ojos de ella, y los cerró cuando él se inclinó sobre ella para tomar sus labios, las gotas saladas se derramaron por sus mejillas, gotas de felicidad.

Pedro la abrazó con fuerza, mientras su lengua se deslizaba entre los suaves labios de ella, tan lento que era torturador, tan delicado que la hacía anhelar, tan suave que la hacía querer más, mucho más.

Lo abrazó por el cuello, con fuerza, y se pegó al cuerpo de su marido. Llevaban cerca de ocho años casados, pero sólo cuatro eran los que se podían considerar como un matrimonio, uno realmente feliz.

Pedro la alzó, y ella rodeó su cintura con las piernas, despacio y conociendo el camino, Pedro la llevó hasta su habitación, mientras la besaba dolorosamente despacio, mientras la acariciaba infinitamente suave y tiernamente. Los suspiros de ella eran suaves, como los besos de él, sus respiraciones cada vez eran más rápidas y agitadas. Un suspiro escapó entre los labios de Paula cuando él la depositó sobre el colchón y la comenzó a desvestir. Toda prenda voló por el aire dejando a los dos desnudos.

Sin fuerza, Paula cayó sobre el cuerpo transpirado de su marido y ambos se abrazaron…

-Te amo, ¿lo sabes verdad?

Paula asintió.

-Lo sé, pero yo te amo más…

-Paula…

-Pepe… ¿tenes fuerzas?

-Mmm…

-¿Queres leer?

-Mmm…

-Está sobre tu mesita…

-Mmm…

Paula se colocó a su lado y lo abrazó, colocó una pierna sobre él, y Pedro la abrazó a ella, perezoso, se giró hacía la mesita, y agarro unas hojas de papel, se colocó sus lentes, y comenzó a leer.

Primero el título;
Capítulo 18
Mi Gran Final Feliz.
El cuerpo de él se estremeció.

-¿Está terminado?

-Aja…

Se colocó bien los lentes y abrazó a su mujer.

¿Quién me iba a decir, que de un infierno iba a pasar a la felicidad total? La más autentica, la más real. ¿Quién me iba a decir, que iba a sonreír cada día de mi vida junto al hombre, por el que había llorado?
Sus palabras que un día me retorcieron el estómago de miedo, ahora me hacían feliz.
Ambos habíamos cometido un terrible error, y ahora el culpable ya no nos podía hacer más daño. Y aun así, el error seguía siendo nuestro, no nos podemos culpar ni excusar, y hubo mucho tiempo perdido, que no podremos recuperar.
Pero por lo menos ahora nos tenemos el uno al otro, y cuatro hijos que nos hacen ser más felices aún.
Puedo decir que cometí un terrible error, que sufrí muchísimo al igual que él.
Pero también puedo confirmar… que ahora soy la mujer más feliz sobre la tierra, una persona que se siente amada, y que ama.
Y que no cambiaría, nada de lo sucedido.
Tan sólo me queda decir;
-Te amo, Pedro Alfonso… más que a nada en este mundo, no lo olvides nunca, como yo no olvidaré que me amas.
Y así concluiré, mi historia de amor… la mejor que jamás pude escribir.
Paula…


FIN




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Y vivieron felices!♥
Espero que les guste este final!
Millones de gracias por haber leido esta historia! 
Me pone contenta que haya gustado tanto!
 Y gracias por la buena onda que tuvieron siempre!
Capaz pronto vuelva con otra adaptacion (esta en camino, nada seguro)
Y...
Gracias, gracias, gracias! :)



#Creditos a Ines!








domingo, 26 de mayo de 2013

Capitulo 17 (Final)

Paula se tapó con las mantas hasta la cabeza, cuando escuchó girar el pomo de la puerta. En el hospital se había librado de hablar con Pedro, porque estaban Zaira y su hija, que le habían impedido hablar del embarazo, del divorcio y demás.

Pero ahora estaba en… casa de Pedro, realmente su casa, porque era así como la sentía. Y Zaira se había llevado a Sofia para jugar, y así ella pudiera descansar, a pesar de su negativa.

Pedro había guardado silencio ante la propuesta de Zaira de llevarse a Sofi.

-Solo va a ser un ratito… -había dicho la morocha- y veremos la película que ella quiera.

-No es necesario, Zai, de verdad –se había opuesto Paula- estoy bien.

-Más vale prevenir que curar, ¿no?

-Pero…

-A mi me parece buena idea –había intervenido Pedro, y así, sin más, Zaira había sonreído mientras cargaba a Sofia en sus brazos.

Respiró profundamente, y apretó los ojos con fuerza, con un poco de suerte, quizás él se fuera. Escuchó sus pasos firmes en el suelo, acercándose hasta la cama, el corazón comenzó a palpitarle cada vez más rápido. Sentía un nudo estrangulador en el estómago, que la hacía querer moverse de un lado a otro.

Pero se mantuvo quieta, intentando aparentar relajación para parecer dormida. Resopló cuando el colchón se hundió bajo el peso de Pedro quien se había sentado a su lado.

-Amor… -ella gimió en silencio.

«Por favor, por favor, andate…»

-Paula… sé que estás despierta…

Ella se mantuvo quiera, en silencio, mientras rogaba que él se vaya, que se rindiera, que realmente la creyera dormida. O aunque la supiera despierta, captara la indirecta que le mandaba y se largara.

Pedro respiró profundamente, y dejó la vista fija en la mejilla sonrojada de su mujer. Con cuidado posó su mano sobre ella y le acarició la piel suave y caliente.

Un bebé.

¿Quién lo diría?

Otra personita como Sofia a la que querer, a la que amar. Un bebé de los dos, al que podría ver crecer y nacer. Con el que compartir su vida. Otro miembro en la familia…

Familia. ¿Eran una familia?

Debía reconocer, que aún no. Primero, debía hablar con ella, decirle todo lo que sentía. Confesarle que la amaba. Y pedirle perdón y una nueva oportunidad.

Hablar con ella, algo en lo que Paula, no quería colaborar ya que continuaba tensa y con los ojos apretados.

-Pau, por favor, tenemos que hablar.

Paula continuó sin responder, y él suspiró. Sólo quería hablar con ella.

-Por favor… -silencio, le dolía el corazón- está bien –dijo- voy a esperar a que… despiertes.

Se levantó de la cama y se metió en el cuarto de baño, donde Paula escuchó el agua correr, continuaba rígida, incapaz de moverse, por si a él se le ocurría de pronto aparecer en la habitación, ya en ese momento, no tendría escapatoria.

Había puesto tanto empeño en aparentar que dormía, que finalmente, se había dormido de verdad. Paula abrió los ojos empalagosamente, le pesaban, sentía todo el cuerpo tenso, por como había estado, se movió sobre el colchón y su cuerpo se quejó por la rigidez a la que había estado sometido.

Recta y boca arriba, comenzó a estirar cada miembro de su cuerpo. Cuando por fin abrió los ojos completamente, se dio cuenta de que era de noche.

-Dios… -susurró. ¿Cuánto había dormido?

Se levantó y cayó en la cuenta de que Sofia ya estaría en casa. Se incorporó tan rápido que sus piernas no la sostuvieron y se balanceó. De pronto una figura alto salió de la nada y la sujetó impidiéndole caer.

-Ahhh… -gritó ella aterrada.

-Shh… tranquila, soy yo.

Quisiera que no, el escuchar la voz de Pedro la tranquilizó.

-¡Me diste un susto de muerte!

-Y vos a mi otro, casi te caes redonda al suelo…

-Es que… me levanté muy rápido.

-¿Y se puede saber a dónde ibas?

-Yo… a ver a Sofia. No sabía si había vuelto.

-Sofia está profundamente dormida. Así que no te preocupes, ya la vas a ver mañana.

-Yo…

-Sentate, Pau… por favor.

Dando un suspiro, Paula se dejó caer en la cama, sabía lo que venía. De pronto la luz de la lámpara iluminó la habitación, y ella parpadeó acostumbrándose.

-Pedro…

-Creo, que es hora de que hablemos.

Ella suspiró.

-Pedro, me parece que no hay nada de lo que hablar…

-¡Claro que si! Te lo intentaba decir todo antes… antes de que te desmayes.

-Oh, perdón –contestó con ironía.

 -No seas boba… lo que quiero decir, es que tenemos mucho que decirnos.

-Yo no lo creo así… de hecho no tengo nada que decirte, lo mejor es que firmes esos papeles y ya.

Paula se levantó mientras decía aquello y se sacudió el camisón arrugado. Él se acercó a ella, y Paula lo miró a los ojos, las manos de Pedro grandes y fuertes se cerraron en torno a los pequeños brazos de Paula, y con el pulgar le acarició la piel desnuda.

-No pienso firmar esos malditos papeles.

-Es lo mejor…

-¡No quiero perderte! ¿No lo entendes?

La boca de Pedro cubrió la de ella con agresividad, su lengua separó los labios femeninos e introdujo  en su boca, invadiéndola, saqueándola. Paula suspiro mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, maldito fuera, ¿Por qué la hacía sentirse así? Introdujo sus manos entre ellos dos, y acarició el pecho de él, mientras contestaba a aquel beso prohibido.

Jadeante, él dejó de besarla.

-No quiero perderte –repitió Pedro, apoyando su frente en la de Paula.

-Es lo mejor… -repitió ella.

-¿Queres dejar de decir que es lo mejor? ¿Lo mejor para quién? Porque para mi no… Paula, sé que me comporte como un energúmeno, fui la peor persona que existe sobre la tierra, te trate mal, no te crei. Pero te amo con toda mi alma…

Las lágrimas cayeron por las mejillas pálidas de Paula.

-No entendes, Pepe –susurró- El amor solo no basta. No me sirve que me ames si no confías en mí.

-Amor mío… -la voz rota de Pedro, resonó en su cerebro. Lo quebró y el corazón comenzó a llorarle de dolor- lo siento… -susurró- lo siento muchísimo. Siento haber desconfiado de vos. El dolor me cegaba. Sé que no tengo excusa, que debí haberte creído… pero era más fácil culpar…

-Pedro…

-Todo fue muy duro desde que te fuiste, soy un zombi… te juro que prefiero volver a perder la memoria, o la vida que vivir sin vos… Enterré a mi hermano y no sentí más que dolor por no tenerte a mi lado…

Paula se quedó en shock.

-¿Enterraste a…? ¿Está…?

-Muerto… si. Por eso llegué tan tarde ese día que me fui con él… saliendo, se tiró a la calle y lo atropello un auto… tuve que estar en el hospital… pero eso no es importante. Quizás sea un castigo por todo lo que hizo.

-Yo… lo siento.

-Yo no siento nada. Lo único que siento es un vacío en mi corazón, porque te voy a perder.

Hubo un silencio, y Paula se sentó en la cama, Pedro se giró y suspiró.
Paula sintió los oídos pitarle. El corazón palpitarle, y el mismo vacío que Pedro había dicho que sentía él.

Lo oyó suspirar, lo vio acercarse a la cómoda y abrir un cajón. Se inclinó hacia delante y oyó el garabateo de un bolígrafo sobre el papel.

Pedro se giró hacía ella con el corazón hundido.

-Quizás tenes razón –le dijo- Yo ya no sé nada… quizás lo mejor sea que nos separemos, aunque no lo siento así. Pero, no quiero hacerte vivir un infierno, algo de lo que me encargue hacerte pasar últimamente. Si queres el divorcio, lo vas a tener. Toma Paula –murmuró tendiéndole un papel- te voy a dejar tranquila, te podes quedar con la casa, yo me voy a buscar un departamento, esta la compré para vos y está a tu nombre, solo te pido que me dejes ver a mis hijos… me voy a adaptar a tus horarios.

-Pedro…

Él se agachó y se puso a la altura de ella. Le acarició la cara y acercó sus labios.

-Solo un último beso –suplicó, y ella lloró. Sus labios se unieron, dócil y suavemente, un beso lento, suave, largo, amoroso… se separaron, y él le secó la cara a ella- solo, recorda Pau, que te amo. Y si algún día queres algo, no dudes en pedírmelo… quizás algún día, puede que vuelvas a confiar en mí. Porque lo que es yo, puedo asegurar que sos la única persona que tiene mi confianza. Te amo… -dijo- no lo olvides.

Ella oyó con los ojos cerrados, los pasos de Pedro, la puerta cerrarse y de nuevo sus pasos andando por el pasillo. Dios santo, como le dolía el alma. Como le dolía perderlo.

¿Qué estaba haciendo?

Un error lo podía tener cualquiera. Nadie es perfecto, y aunque era cierto, que a ella le había dolido todo su ser por la desconfianza de él. También era cierto que lo amaba con cada fibra de su cuerpo.

Ángel no estaba… y aunque estuviera, ella sabía que Pedro era sincero y que nunca más volvería a fallarle como le había fallado. Conocía a Pedro, conocía su parte amorosa, su parte odiosa y amaba a las dos. Además, tenía un hijo suyo en sus entrañas.

Una nueva oportunidad no le haría mal a nadie.

Poniéndose de pie de un salto, salió corriendo, había oído los pasos de Pedro escaleras abajo.

-¡Pedro, Pedro! –lo llamó gritando- ¡no te vayas, por favor! ¡Pepe!

Bajó las escaleras corriendo, viéndolo al final de estas. Saltó los escalones sin miedo alguno, lanzándose a sus brazos al llegar al final, abrazándolo.

-Paula…

-Pepe, te amo. No te podes ir. Perdoname, fui una estúpida, por favor no me dejes, nada de divorcio, sólo quedate conmigo.

Pedro la miraba atónito. ¿Era un sueño?

-¿Lo decis enserio?

-No me dejes.

-Nunca… nunca –susurró él abrazándola- te amo.


-Y yo, mucho…


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Y con esto.... FIN... Aaaaaah ♥ (suspiro)
Espero que les guste! Ahora solo queda el EPILOGO!
Hasta mañana!
Y una vez mas, muchisimas gracias por leer esta historia! :)

sábado, 25 de mayo de 2013

Capitulo 16


-Gracias –sonrió Paula, a Zaira, su mejor amiga mientras agarraba a Sofia en brazos- ¿cómo la pasaste, tesoro? –le preguntó a la pequeña.

-¡Bieeen! –gritó Sofi, contenta- papá me regaló una muñeca.

-¿Si? Que bien… -contestó, pero sonrió con tristeza.

La nena se removió en sus brazos, hasta que consiguió que Paula la soltara, salió corriendo con su bolsa de viaje, donde llevaba a Mónica, su nueva muñeca que tenía el pelo de lana color rojo. Pedro se la había regalado en el fin de semana que había pasado con ella.

-Creo… que deberías hablar con él… -le dijo su amiga.

-Ya hablamos de eso, Zaira. Y no, no quiero hablar con él. Es mejor así.

-Paula…

-No quiero…

-Te estás comportando como una nena, si le vas a pedir el divorcio, al menos tenes que  hablar con él cara a cara, tarde o temprano vas a tener que enfrentarte a él.

-¡Mejor tarde que temprano! –exclamó, sin querer darle la razón a su amiga.

Realmente le debía mucho a Zaira, era la que se encargaba de recoger a Sofia, en casa de Pedro. Gracias a ella no había tenido que verlo desde hacía dos meses. 

Zaira se había encargado de comunicarse con él, y decirle las decisiones de Paula, a pesar de que estaba casada y tenía una casa de la cual encargarse, nunca le fallaba.

Dos meses…

Parecía mucho más tiempo. Si era sincera, los días habían pasado largos y pesados, y los fines de semanas eran eternos. Ya que Sofia los pasaba con su papá. Y ella estaba sola.

-Sabes que no tenes razón…

-Estoy cansada, Zai, no quiero verlo… me duele el corazón.

-Él también está mal…

-Pero vamos a ver, ¿de quién sos amiga? ¿De parte de quien estás?

-Paula, esa es una pregunta estúpida, de tu parte y lo sabes. Siempre te voy a apoyar, pero eso no quita que te diga la verdad. Allá vos lo que quieras pensar. Sólo te digo lo que veo, Pedro es una sombra de lo que era…

-Yo también sufro…

-Soy testigo de eso. Cada día estás más delgada, más pálida y te cuidas menos… no tenes muy buen aspecto que digamos.

-Vaya… si sos un poco más sincera te llamamos crueldad.

-Ya me conoces.

Paula suspiró.

- Si, ya te conozco, pero de todas formas, ya voy a hablar con él, sé que cuando le llegue lo que le mandé, voy   a tener noticias suyas…

-¿Qué hiciste?

-Algo que debi haber hecho hace tiempo… es hora de que cada uno viva su vida… aunque me duela.

El dolor de mi vientre era intenso, la alegría que había tenido minutos atrás se había esfumado. Miré a Ángel con los ojos borrosos, de pronto no veía con claridad.
Yo era feliz… Pedro debería haber vuelto, y yo tenía que haberle dicho que estaba embarazada, ¡que íbamos a ser papas! Sin embargo… eso jamás sucedió. No volvió.
Y yo solo podía ver la boca de Ángel moviéndose sin parar. Mis piernas flojas no me sostenían, y cedí bajo mi peso.
Había muerto. Se había ido para siempre.
Palabras que repetía mi mente, y que yo no creía. ¿Cómo que se había ido? Él me había dicho que estaríamos juntos para siempre. Y no podía irse sin más. No… No era posible.
¿Qué iba a hacer yo ahora sola, sin él, con un bebé en camino?

Pedro tiró sobre la mesa los papeles que había sostenido en su mano hasta hacía escasos segundos. Era, la otra versión de la novela de Paula. Como ella había dicho, existía la otra versión, la que pensaba publicar antes de que su editora le recomendara que cambiara el final. Como de costumbre, ella no había mentido. Pero él, no le había creído. Y por si le quedaba alguna duda; se la había enviado.
Junto a los papeles del divorcio…

¡Los papeles del divorcio! Maldita fuera… No pensaba firmar aquello. No quería separarse de ella para siempre. Ya había estado bastante tiempo lejos de ella, primero tres años… y ahora dos meses. Dios.

Dos meses eternos. Más que aquellos eternos tres años, en los que ni su nombre sabía. Dos meses, en los que ni siquiera la había visto de lejos. Zaira era la intermediaria de ella, le comunicaba las decisiones de Paula como, el que podía pasar con Sofia todos los fines de semana… o que podía ir a buscarla al colegio todos los días, y tenerla dos horas, antes de que Zaira fuera a recogerla…

Una vida ajetreada para la pequeña, y vacía para los grandes.

Vacía era una pequeña palabra en comparación de cómo se sentía. Quería verla, sentirla, abrazarla, besarla, todos los días, algo que no hacía y deseaba hacer con toda su alma.

Ella se había empeñado en mantenerse alejada, y él la había respetado… pero, ¿el divorcio?

No pensaba concedérselo, simplemente porque no quería. El firmar aquello, sería perderla para siempre, algo que no quería para nada. ¿Perderla?

Era mejor no vivir…

Sería más sencillo no tener vida, que vivir sin tenerla a ella. Respiró profundamente, y volvió a tomar el sobre en el que le había llegado todo; lo rompió. Agarro los papeles del divorcio y doblándolos se los metió en el bolsillo. Se tocó el bolsillo para estar seguro de que tenía las llaves, y salió para montarse en su coche.

No pensaba concederle el divorcio. No sin luchar.

El timbre de la puerta sonó, y Paula dejó el trapo con el que se secó las manos sobre la encimera de la cocina, se quitó el delantal echándole un último vistazo a las galletas que acababa de hacer.

Salió por el pasillo y le sonrió a su hija cuando se asomó a mirarla, la pequeña veía una película de princesas en la televisión, y no había nada más para ella en su mundo.

El timbre volvió a sonar.

-Ya voy, ya voy –gritó ella. Al llegar a la puerta miró por la mirilla y el corazón le palpitó con fuerza. Abrió la puerta después de respirar muy profundamente- Hola…

-¿Hola? ¿Hola? –la voz de Pedro sonaba entrecortada. ¿Hola era lo único que pensaba decirle después de haberle mandado aquello- ¿es lo único que vas a decir?

-Yo…

-¡Papi, papi! –a voz de Sofia sonó fuerte y alegre, y sus pasos la seguían por el pasillo. 
Por lo visto si había algo que la podía distraer de ver la cenicienta.

Pedro se forzó a dejar de mirar a Paula, y en cuanto posó los ojos sobre su pequeña sonrió, siempre lo hacía sonreír.

-Hola, princesa.

-¿Venis a verme? –preguntó la nena.

-Si, preciosa, y también a hablar con mamá.

La nena sonrió y tras darle un beso a su padre, le dijo la palabra suelo, que la soltara, y así poder volver al sofá donde terminar de ver la película que había pausado.

-Para ser tan chiquita, sabe muy bien manejar el dvd… -comentó Pedro.

-Es… es mejor enseñarle a donde le tiene que dar, a que te llame unas cuantas millones de veces para volver a ponerla…

Pedro sonrió pensativo, mientras veía la cara embobada de su hija. Después se giró hacía Paula.

-Creo que tenemos que hablar…

-Yo…

-Mira Paula, no busques una escusa porque no la voy a aceptar, vamos a hablar quieras o no. Ya te di demasiado tiempo.

-Pero…

-Estoy cansado de esperar. Te di todo el tiempo que quisiste, no me meti en tu vida, a pesar de que deseaba venir a pedirte disculpas, sé que me comporte como un cerdo, pero por favor, por favor, Paula, perdoname.

-Pedro…

-También sé que no me lo merezco, te humillé, te traté mal, desconfié de vos, pero te amo.

Paula se sujetó a él, pues el mareo le sobrevino, no veía con claridad y todo comenzaba a oscurecerse.

-¿Te sentis bien? –preguntó él, deteniendo su discurso- Paula… -la llamó al verla balancearse.

En seguida la sujetó por la cintura, y en escasos segundos, ella se desmayó en sus brazos. Alarmado, Pedro se movió inquieto por la casa de Paula. Sofia, abrió mucho los ojos, al ver pasar a su papa con su mama en brazos.

-¿Tiene sueño? –preguntó la nena.

-¿Sabes llamar a la tía Zai? –preguntó su padre.

-Si, ¿la llamo?

-Por favor… -le rogó como si hablara con alguien de su edad. La pequeña contenta agarro el teléfono y marcó el número seleccionado para su tía Zaira como le había enseñado su mama, por si alguna vez pasaba algo.

En seguida Zaira contestó, y la pequeña se puso a contarle que su mamá se había dormido, y que su papá la llevaba a la cama, pero la morocha notaba algo extraño en aquello… ¿dormido?

-¿Me puedes pasar con tu papá, cachorra?

-Miro la cenicienta…

-Sofi…

-¡Papi, tía Zai te llama!

-Zaira, ¿podes venir, por favor? Paula se desmayo… la voy a llevar al hospital, ¿podes quedarte con Sofi? –las palabras salieron nerviosas y rápidamente de sus labios, sin esperar a escuchar la voz de Zaira antes.

-Claro, pero…

-Mejor me llevo a Sofia al hospital, y vas por ella, ¿te parece bien? No quiero esperar.

-De acuerdo… decime a que hospital…

La espera era eterna… Paula se había despertado en el coche camino al hospital desorientada, y Sofia se había encargado de cuidarla diciendo que estaba enferma, una vez  que se enteró hacía donde iban se puso histérica y reclamó el querer volver a su departamento. Pedro la ignoró. Y ahora estaban revisando a Paula.

Pocos minutos atrás, Zaira había llegado y se había llevado a Sofia a dar un paseo.

-¿Se sabe algo ya? –la voz de Zaira lo sobresaltó. Se giró y vio a la nena dormida en sus brazos, en seguida se encargó de agarrarla.

-Nada…

-No te preocupes, no pesa.

-Bueno, algo si que pesa, así me entretengo mirándola.

Zaira sonrió.

-Es preciosa…

-Como su mama –contestó él con añoranza.

-¿Familiares de la señora Alfonso?

-Soy su marido –contestó Pedro sin dudar- ¿cómo está?

Una sonrisa resplandeciente se alojó en la cara del doctor.

-Los dos están perfectamente, sólo fue un tonto desmayo a causa del embarazo…

-¿Del… embara… zo? –Pedro estaba incrédulo. Sofia se despertó.

-¿Entonces no estaban todavia al tanto? –el negó con la cabeza- Mis felicitaciones, señor Alfonso.

-¿Qué pasa? –preguntó la nena- ¿y mami?

Pedro la miró, luego una media sonrisa se dibujó en su cara.

-Vas a tener un hermanito, Sofi…



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Aaaaaaay!♥
 ANTE ULTIMO CAPITULO!
Espero que les guste!
Gracias por sus comentarios!!!! :)
Hasta mañana! :)